La entrada de hoy, es un poco para ir abriendo boca, es distinta a todo lo que he escrito hasta ahora, y la verdad es que fue una reflexión que tuve que hacer para un trabajo de clase y me gustó tanto como me quedó, que casi me siento obligado a compartirla con todo internet (bueno... quien dice todo, las 20 personas que me soléis leer). Espero que os guste y si queréis, dejéis vuestra opinión al respecto en los comentarios.
Paciente al final de la vida
Siguiendo la estela de mi opinión
personal acerca de este tema, y después de haber leído los documentos colgados,
lo que está claro es que a pesar de todos los avances que ha habido en la
sociedad (tanto tecnológicos como forma de ver la vida) la muerte sigue siendo
un escenario tabú para todos.
Como médicos, nuestra labor es
atender y velar por el bienestar de nuestros pacientes durante toda su vida
hasta llegar al final de la misma. Pero a veces nos empeñamos en alargarla más
de lo necesario, ya que es cierto que la gente actualmente vive muchos más años
que en el pasado pero debemos preguntarnos si debe primar la cantidad o la
calidad de esa vida, ya que a pesar de ser más longevos, la calidad de vida de
los últimos años de nuestra existencia no suelen ser buenos. Los pacientes ven
como su vida se va apagando poco a poco ya que no pueden realizar tareas que en
años atrás hacían con facilidad, les puede el cansancio y la debilidad de sus
cuerpos ya agotados, después de una vida llena de trabajo y esfuerzo y son más
los familiares y los propios médicos lo que se empeñan en alargar una vida que
el propio paciente ha asumido (en muchas ocasiones) que ya ha llegado o está
llegando a su fin.
A este respecto, muchas veces nos
preguntamos cual es el modo de morir perfecto, y siendo razonables, dependiendo
de la perspectiva desde donde se mire, lo cierto es que a cada uno le puede
parecer perfecto un modo de morir que otra persona le puede parecer horrible,
pero todo tiene sus ventajas y sus inconvenientes.
Por un lado, el morir lentamente,
y saber más o menos los tiempos en lo que cada va a ocurrir todo, da la
oportunidad de despedirte de este mundo, de arreglar asuntos pendientes y de
pasar más tiempo con tus seres queridos para poderles decir adiós. Como
paciente esto puede ser beneficioso para poder irte en paz, para asumir tu
estado y para no esperar ese momento con angustia, pero para los familiares y
seres queridos, puede que este modo de morir no sea tan bueno, ya que saben que
van a perder a esa persona y el dolor se prolonga en el tiempo.
En cambio si una persona muere de
repente, tampoco es malo para el paciente, ya que no va a enterarse, y para los
familiares, será un golpe duro, pero es un dolor y una agonía que no se va a prolongar
en el tiempo. El mayor inconveniente es que no existe ese tiempo tan preciado
para que el paciente deje sus asuntos en orden.
Pero a pesar de todo esto, a
veces se dan situaciones, sobre todo cuando hablamos de gente mayor, que sufren
problemas de demencia, en las que los médicos informamos a la familia de la
situación terminal del paciente, y damos la oportunidad de que sea la familia
la que decida si contarlo o no. Creo que nuestro deber como médicos sería
contárselo a nuestro paciente ya que es a él al que nos debemos. Muchas veces
esa familia decide no contarle la verdad al paciente “para ahorrarle el saber
que se está muriendo, y de esta manera ahorrarle un sufrimiento (según la
familia) innecesario”, y creyendo que hacen un bien, puede que le estén
quitando la oportunidad de ordenar sus asuntos, despedirse del mundo, de su
vida, haciéndose los familiares, dueños de la misma.
Para finalizar, me parece
oportuno tratar un tema tan controvertido como la eutanasia, lo cual también
está en relación con lo comentado al principio del encarnizamiento terapéutico,
ya que aunque en nuestro país, el facilitar un modo de morir no es legal, sí
que lo es dejar morir al paciente, con un sufrimiento mínimo y muchas veces nos
empeñamos en alargar una vida que no tiene sentido alargar y en la que nuestra
labor sanitaria solo debería limitarse a acompañar y aliviar a nuestro paciente
en sus últimos momentos, es decir, ofrecerle unos cuidados paliativos de
calidad, dejando que la naturaleza, siga su curso.
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